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Oración: “¡Somos hijos y herederos del Padre!”

Oración: “¡Somos hijos y herederos del Padre!”

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Oración: “¡Somos hijos y herederos del Padre!”

¡Oremos Al Señor! ¡Señor, Ten Piedad!

¡Bendito seas en este domingo, día sin final en la inmensidad de Tu gloria, Padre Santísimo!

Una vez consumado el sacrificio perfecto del Cordero Divino sin mancilla, nos hemos convertido en hijos de Dios, a los que creemos en Él, tal como lo proclama Tu Divina Palabra: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en Su Nombre, les dio el derecho de ser hechos hijos de Dios.” (San Juan 1:12). Ya contamos con ese privilegio divino, porque hemos nacido de manera divina. Y nosotros hemos recibido espíritu de adopción que nos permite y nos hace exclamar con toda confianza y sin temor a ser condenados: ¡Papá! No tenemos ese espíritu de esclavitud, sino de hijos herederos y el mismo Espíritu Santo infunde seguridad a nuestro espíritu para nos cercioremos: ¡SOMOS HIJOS DE DIOS Y HEREDEROS DE TODO CUANTO LE CORRESPONDE A LOS HIJOS!: “Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que LOS ADOPTA COMO HIJOS y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!». El Espíritu mismo asegura a nuestro espíritu que SOMOS HIJOS DE DIOS. Y si somos hijos, SOMOS HEREDEROS; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con Él, también tendremos parte con Él en su gloria.” (Romanos 8: 15-17).

Padre Santísimo: con toda paciencia estamos en espera la plena manifestación de Tu Reino celestial, porque estimamos que lo que ahora sufrimos no se puede comparar con la gloria venidera, próxima a manifestarse.

Al ver a los discípulos de Tu Hijo Amado que, desde que ascendió a los cielos para ser glorificado, permanecieron unidos en ferviente oración hasta que llegaron a ese clímax, donde se manifestó Tu complacencia y les enviaste el Espíritu Santo, que los bautizó con ese fuego divino, los revistió de poder celestial y eliminó de ellos el espíritu de temor y de ignorancia convirtiéndolos en excelentes heraldos del Evangelio de Vida capaces de hacerse entender en todas las lenguas de nuestro mundo. La misma gente venida de todas partes del mundo exclamaban: “¡todos por igual los oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!” (Hechos 2: 11).

Padre Santísimo: hoy queremos dejar de ser celebrantes del acontecimiento de pentecostés para convertirnos en esos hijos, herederos, coherederos con Cristo, revestidos de poder por el bautismo de fuego del Espíritu Santo para eliminar todo vestigio de temor, de cobardía, de impotencia y de ignorancia a fin de hablar en público de manera oportuna, inoportuna, con ocasión y sin ella, a tiempo y fuera de tiempo, las maravillas divinas a las que estamos llamados, porque ya estamos en la sazón de los tiempos del derramamiento del Espíritu Santo: “En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán.” (Joel 2:29).

Hoy Padre Santísimo, puestos de rodillas clamamos ser bautizados con el Espíritu Santo a fin de que esa llama divina nos purifique y queme todo cuanto nos impida ser los heraldos del Evangelio de gloria y así cumplir con Tu divina voluntad salvadora. Tú sabes que hay muchos hermanos nuestros que merecen ser salvos, porque en estos días postreros, cuando la maldad se ha enseñoreado de nuestro mundo, tanto ellos como nosotros esperamos ver cumplido Tu deseo: “Y todo el que invoque el Nombre del Señor ¡será salvo!”

¡Bendito seas, Padre Santísimo, por enviar al Espíritu Santo, Señor y Vivificador! Amén.

P. Cosme Andrade Sánchez+

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