ORACIÓN “El que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal.” (Proverbios 1:33).
“El que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal.” En medio de este frío amanecer, Te saludamos fervientes y gozosos, ¡Padre del amor y de la paz!
¡Quien oye atentamente Tu Palabra y la pone en acción, es el que Te obedece porque en él reposa Tu paz, Tu benevolencia Tu amor y Tu protección! Él puede exclamar con la firmeza del valiente y seguro de sí mismo: “¡El Señor es mi luz y mi salvación! ¿Podré tener miedo? ¡El Señor defiende mi vida!
¿A quién habré de temer?” (Salmo 27: 1).
Padre Santísimo: nuestra gente está dominada por el temor a todo. El temor es su principal enemigo, habita en su mente, se ha apoderado de ella, la domina, la hace temblar, la hace vivir en la desesperación,
en la incertidumbre, en la mediocridad, en la miseria, postrada en la enfermedad, en el dolor y en la improductividad. Es increíble el ver a muchos de nuestros hermanos más dotados que nosotros,
pero arrastrándose en el estercolero de la inmundicia, de la ceguera, de la oscuridad, de la ausencia de todo bien y sin que nadie les tienda la mano. ¡Somos una sociedad sin valores, sin sentimientos,
sin amor, sin solidaridad y sin amor! Aunque veamos que nuestros hermanos carecen de todo y hasta de motivaciones, ¡permanecemos indiferentes e incapaces de brindar ayuda!
“El que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal.”
Todo esto se lo debemos a la falta de comunión-oración. Nuestra gente cristiana NO ORA, solamente reza algo de memoria, por compromiso, pero sin convicciones. Si nuestra gente cristiana orara movida por el Espíritu Santo, otro sería nuestro mundo y otra sería nuestra realidad.
Nosotros, hoy estamos presentes a Tu lado para proclamar con todo nuestro ser y con el poder del espíritu: ¡En el Nombre de Tu Hijo Amado, desterramos todo temor, toda ansiedad, toda preocupación y toda incertidumbre!
¡Nos aferramos a Ti, que eres nuestra Luz, nuestra salvación y la defensa de nuestra vida! ¡Nos cobijamos bajo el amparo de Tu sombra protectora! ¡Solo así dejaremos al enemigo desarmado y debilitado!
Padre Santísimo: Tu Amado Hijo nos dejó en claro: “La paz les dejo, mi paz les doy; Yo no se las doy como el mundo la da. ¡No se turbe su corazón, ni tenga miedo!” (San Juan 14:27-28).
La sordera, la ceguera y los afanes por lo material mantiene a muchísima gente en la acción por el temor a no tener lo indispensable para recibir el mañana y descuidan su presente.
Descuidar el presente es el peor de los errores del cristiano, porque con esa actitud, le está demostrando al mundo que, a pesar de haber oído la Sabiduría divina del DON DE LA PAZ.
Sus almas angustiadas están en la búsqueda de migajas para continuar sobreviviendo, cuando viviendo EL DON DE LA PAZ, su panorama se amplía y los hace ver tan basta riqueza que los haría nadar en la abundancia divina.
Padre Santísimo: queremos iniciar este nuevo día en la certeza de que Tu Palabra cumplirá el propósito con el que Tú la has enviado. ¡No permitiremos que, por la ausencia de la paz,
ese preciado don retorne a Tus manos divinas sin aprovecharla con sabiduría! Estamos escuchando la voz del Espíritu Santo que nos recuerda: “… así será mi palabra que sale de mi boca; ¡no volverá a mí vacía! Sino que ¡hará lo que yo quiero! y será prosperada ¡en aquello para que la envié!” (Isaías 55:11).
¡Gracias, Padre Santísimo! ¡Tú siempre has tenido esos pensamientos de bien, de bondad, de salud, de riqueza, de fortaleza, que nos demuestran Tu increíble y extraordinario amor! Bendito seas, Padre Amado! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+