Casi todo es otra cosa
Progreso, Magadán y el enésimo robo al pueblo
Por:Adrián Arévalo
Ah, Yucatán. Tierra de calor asfixiante, pirámides eternas, mares verdes y una corrupción que rebota como eco en cada rincón de su burocracia. Si esta historia se sintiera menos absurda, hasta podría tomarse en serio: 42 alcaldes de Yucatán (de un periodo reciente, sin final feliz) hicieron lo que mejor saben hacer nuestros políticos – se llevaron casi 80 millones de pesos, como quien toma lo que es suyo, sin preguntar, sin disimulo, con la certeza de que la ley nunca los alcanza.
Pero el protagonista de esta tragicomedia es Julián Zacarías Curi, el exalcalde de Progreso. ¿Qué no se ha dicho ya de él? Sus desfalcos suman más de 12.8 millones de pesos de dinero público. Dinero que se esfumó en silencio. Ahí tienes el escándalo del puerto: un político local que, de la mano de sus amigos en Morena, parece tener un pacto con la impunidad. Y mientras las cuentas del puerto se hunden, Julián sigue flotando como un buen náufrago, aferrado a sus influencias, sus amistades partidistas y su pose de “representante del pueblo”.
¿Y quién se supone que vigila a estos bandidos municipales? Una diputada llamada María Ester Magadán. Pero Magadán no es la redentora que nos venden. En el Congreso, se sienta con su título rimbombante como presidenta de la Comisión de Vigilancia de la Cuenta Pública, Transparencia y Anticorrupción. Qué chiste. Se suponía que su papel era defender el dinero de los yucatecos, llevar una linterna en la oscuridad de la corrupción, pero en cambio su actuación ha sido más de comediante que de justiciera. Magadán hace ruido, mucho ruido. Una faramalla que entretiene a sus seguidores y enfurece a sus detractores, pero poco más.
No se engañen: Magadán no vino a purificar la política yucateca. Desde que asumió su puesto, ha preferido los focos al trabajo duro, las portadas antes que las auditorías. Mientras posa en las fotos, Julián Zacarías y sus secuaces del puerto de Progreso duermen tranquilos. Saben que, detrás de toda esa “vigilancia” que Magadán promete, no hay más que humo y espejos. Un desvío de 12 millones en el puerto y la señora presidenta de la comisión no se inmuta, parece que sus ojos prefieren ver hacia otro lado.
La política en Yucatán no es cosa de principitos bien intencionados. No, aquí los alcaldes se apropian de lo público con el descaro de un ladrón de barrio que le ve la cara a la policía una y otra vez. Progreso es la prueba más reciente: ese dinero, casi 13 millones, es una cuenta pendiente que ni Zacarías ni Magadán parecen querer saldar. Y mientras tanto, la diputada Magadán, sentada en su trono de complacencia, actúa como si el futuro de Yucatán dependiera de su vanidad.
Los ciudadanos ya no son los espectadores dóciles de otros tiempos; han visto demasiados saqueos, han escuchado demasiadas mentiras. Pero, ¿quién los escucha? Los yucatecos exigen saber qué pasó con esos 79 millones de pesos que desaparecieron en el remolino de los desfalcos municipales. Ese dinero no es solo una cifra fría en un informe; es la educación que nunca llegó, las clínicas que nunca se construyeron, los apoyos sociales que fueron sustituidos por los caprichos de los políticos.
Así que, diputada Magadán, o cambia de rumbo o mejor deje de perder el tiempo. Su misión no es el espectáculo. La gente quiere resultados, quiere justicia, quiere que cada peso robado sea devuelto. Pero si usted prefiere el teatro y Zacarías la impunidad, los yucatecos seguirán pagando el precio.
La del Estribo….
Este desfalco es como una red de pescadores rota, que deja escapar no solo los peces, sino el sustento de toda una comunidad. Los políticos de Yucatán lanzan las redes en aguas turbias, pero no para pescar un futuro mejor, sino para arrastrar hasta el último recurso que les permita flotar sobre un mar de promesas incumplidas. Y así, mientras el puerto de Progreso se ahoga en deudas, Zacarías y Magadán siguen pescando en río revuelto, creyendo que los peces seguirán mordiendo el anzuelo eternamente.