CIENCIA O FANTASÍA: DIALOGARÁN ALGÚN DÍA LAS ESPECIES.


Enrique paralizó su cuerpo repentinamente. En el límite derecho de su campo visual había advertido apenas un movimiento ligero, pero sospechoso.
Poco a poco fue girando el rostro para ver de frente a lo que suponía que era un intruso merodeando la casa principal de su pequeño rancho. Después de dos o tres minutos pudo ver en toda su magnitud el tamaño de la potencial amenaza que tenía demasiado cerca: era una serpiente de cascabel como de un metro 80 centímetros de largo, longitud de la cual aproximadamente un metro estaba erguida.
Era evidente que el mortal ofidio no tenía intenciones de atacar, pues si las hubiera tenido hubiese hecho sonar su famoso crótalo.
Después de unos cinco minutos el reptil dio media vuelta y se fue reptando velozmente por lo más espeso de la combinación de hierba y pasto, hasta hacerse invisible.
“Creo que fue lo mejor que pudo haber hecho”, pensó Enrique, ya más confiado porque el animal no estaba cerca. Probablemente el ofidio pensó algo similar.
Ahora que el tema de los casos de maltrato de animales a manos de hombres o mujeres es uno de los temas de conversación más relevantes, hemos hecho un repaso de archivos y algunas entrevistas para tratar de aportar algo que ayude a que todos tengamos más claridad a la hora de tratar de intervenir para poner a cada quien en el lugar que le corresponde.
Una de las primeras cosas tenemos que tomar en cuenta es que no es lo mismo, por ejemplo, para una persona del campo y otra de la ciudad, una “hermosa parvada” de palomas, sean del tipo urbano o de las que proceden del medio rural, también llamadas palomas torcaces o simplemente torcazas.
Para un campesino que se gana la vida y el alimento de su familia cultivando una milpa o una huerta en el monte, ver que se acercan volando cientos o miles de palomas o de kaues (estos últimos, aves de plumaje negro, también llamadas pichos o zanates en otras regiones del país) sería una visión de locura, porque las “lindas torcazas” y los escandalosos kaues pueden acabar en poco tiempo con la totalidad de los frutos o frutas, pocos o muchos, que haya conseguido ese hombre. Las palomas urbanas, que temprano y todos los días vuelan de la ciudad al campo, y vuelven en grandes bandadas poco antes del anochecer, tienen la capacidad para acabar con todo lo comestible, e inclusive para detectar las semillas de maíz y de otras especies alimenticias vegetales que hayan sido enterradas en espera de la lluvia que las hará germinar.
EL LEGADO DE DIOS
En el campo y las ciudades yucatecas, y en otros lugares, como en las más o menos pequeñas o medianas poblaciones del interior del estado, con frecuencia hay animales silvestres que se atreven a incursionar en esas áreas en busca de alimento. (Los “migrantes” que más recientemente llegaron al norte yucateco son coyotes, a quienes con frecuencia se confunde con lobos). Como prueba de esas “migraciones no planeadas”, en las últimas semanas hemos visto además una profusión de notas periodísticas relativas al maltrato de que son víctimas los llamados “seres irracionales”, que son sometidos brutalmente muchas veces por los “seres racionales”. Tenemos que pensar en cuál es la situación de esas dos partes de la Creación de Dios.
Durante las investigaciones previas para escribir este trabajo vino a nuestra mente varias veces aquella profunda frase filosófica que afirma que quien es capaz de maltratar a un animal no merece vivir. La sentencia forma parte de la riqueza intelectual del sitio https://psicologiaymente.com/reflexiones/frases-contra-maltrato-animal. Desde ahí, uno puede acceder a una verdadera galaxia de sabiduría, amor y poder, por citar una molécula del tesoro grandísimo con que Dios llenó el corazón y la mente de la mujer y el hombre.
UNA BOA, UN IGUANO Y UNA SERPIENTE
No queremos dejar en el tintero dos relatos breves que nos regaló Eliseo Martín Gómez, pequeño ganadero de Dzilam González, quien a sus 77 años de edad, y a pesar de los dolores y achaques de su cuerpo, conserva la tenacidad en el trabajo y la capacidad de observación que le ha permitido ampliar los horizontes de su mente.
Una vez don Elo llegó amaneciendo, como siempre, a la casita de palos, tablas, huano y láminas de zinc que tenía en su terreno más grande, y se sorprendió al descubrir a una juvenil boa, de unos tres o cuatro metros de largo, que rondaba la casa para comerse a las ratas, ratones y una que otra zarigüeya o tlacuache. Con la sabiduría que dan Natura y los años, Martín Gómez dejó que la serpiente siguiera controlando las plagas que a ella le gustaba comer, hasta que un día se fue en busca de mejores áreas de caza.
Otro día el ranchero encontró a su iguano favorito, un t´ol (iguano blanco, en lengua maya) que vivía debajo de un embarcadero de tosco cemento y piedras, y de quien esa vez sólo se le veía la parte delantera, con la cabeza, pues la trasera, incluyendo desde luego la espinosa y recia cola, estaba dentro de las fauces desmesuradamente abiertas de una serpiente.
Don Elo analizó el cuadro y decidió no intervenir. La Naturaleza les dio a muchas culebras –y también a innumerables peces– la capacidad de tragar a sus presas, siempre y cuando las engulleran empezando por la cabeza. Al tercer día Elo Martín no encontró a ninguno de los dos animales, porque, según las evidencias, el iguano por fin había desencajado violentamente las quijadas del reptil sin patas, que perdió no sólo a su presa, sino además las mandíbulas y su vida.
Tareas pendientes.– Las breves exposiciones que aquí hemos hecho deberían servirnos para reflexionar y definir cuál es el mejor enfoque que debemos usar para atender los problemas que suelen surgir cuando dos o más especies animales entran en contacto y se generan problemas. Desde luego, a los hombres les corresponde la mayor responsabilidad, y son quienes deben fungir como cabezas de los grupos de análisis, planeación, ejecución e innovaciones. Alguna veremos la convivencia plena entre especies. A nosotros nos parece algo muy lejano, de 2,000 ó 3,000 años, por lo menos; pero nosotros sabemos tan poco de la situación actual, en la que nadie o muy pocos se atreven a siquiera a tocar el tema…