Conmovedora historia; a dos años de la tragedia de jóvenes turistas francesas: a mis amigos musulmanes.
Por: René Duperon.
A ciencia cierta no puedo decir por qué le dije «sí» a la joven francesa que me llamó desde París para pedirme un favor. El veinte no me cayó sino hasta después cuando me envió unos mensajes en los que me decía que su padre Fauzi Reggoune llegaría al día siguiente al aeropuerto de Mérida, con la misión de llevarse los cuerpos de su hija Sarah y su amiga Salma, muertas en trágico accidente del 13 de febrero del 2020.
Días antes el periódico en el que trabajaba dio cuenta del trágico suceso, ocurrido en una carretera del municipio de Tizimín, luego de que las jóvenes pasaron el día en un cenote turístico de la zona.
Salma el Mouni, quien manejaba, y Sarah Reggoune llegaron de vacaciones y se hospedaron en un hotel de Cancún, donde rentaron un automóvil para pasear en puntos turísticos de Yucatán y Quintana Roo.
Lamentablemente la tragedia las alcanzó ese fatídico 13 de febrero del 2020, cuando Salma perdió el control y el automóvil se salió del camino en medio de volteretas hasta impactarse con unas piedras a la vera del camino.
Otros automovilistas que transitaban por ahí en esos momentos se aprestaron a auxiliarlas. De acuerdo con testigos, sacaron aún con signos vitales a Sarah, pero a los pocos minutos falleció. Salma perdió la vida instantáneamente. Su cuerpo quedó entre el volante y el asiento.
Fauzi llegó a Mérida la mañana del 21 de febrero al aeropuerto de Mérida. Tras conocernos y saludarnos, obviamente en francés porque él no habla español. Fue en ese momento que agradecí haber estudiado varios semestres en la Alianza Francesa de Mérida.
Las familias de las jóvenes fallecidas son originarias de Marruecos, de ascendencia árabe, pero radicadas en Francia, donde Salma y Sarah crecieron.
Del aeropuerto nos dirigimos enseguida a la Fiscalía General del Estado para comenzar los trámites de recuperación de los cuerpos. Fue complicado por la falta de un intérprete en el Semefo, además de que Fauzi, tal vez por el cansancio y el estrés de encontrarse en un país extranjero, no podía identificar los cuerpos.
Además, en la Fiscalía confundieron los cuerpos. Al de Sarah, que iba como copiloto le asignaron la letra A, y a Salma, quien en realidad conducía, le pusieron el cuerpo B.
Encima Fauzi conoció una parte negra de los procedimientos mexicanos, pues desaparecieron las pertenencias de las jóvenes francesas. El teléfono de Sarah lo tenía alguien que incluso contestaba y decía que se lo había encontrado.
Al final, luego de unos «regaños», las pertenencias de las amigas francesas aparecieron y se pudieron concluir los trámites de identificación de los cuerpos.
A esas alturas ya estaban en la Fiscalía funcionarios como el director del Semefo, un intérprete de lengua francesa y hasta el cónsul de Francia en Mérida, el licenciado Mario Ancona Teigell, quien fue de gran apoyo para las familias.
Ese día hicimos más de 12 horas en la Fiscalía, pues llegamos poco antes de las 8 de la mañana y nos retiramos minutos antes de las 9 de la noche.
Buscar algo que pudiera comer Fauzi fue una odisea, pues por su religión musulmana no puede comer puerco, además de que no está familiarizado con la comida yucateca o tipo americana que abunda en Mérida.
La dieta de Fauzi se basa en pescado con ensalada de verduras, por lo general. Luego de mucho buscar encontramos algo agradable a su paladar y de ahí nos dirigimos a buscarle un hotel. Su primera noche fue en el Ibis Galerías, donde afortunadamente encontramos a alguien que hablara francés.
Al día siguiente, una vez ya con los cuerpos en manos de la funeraria que los embalsamó para enviarlos a Francia, comenzamos una búsqueda tipo misión imposible: encontrar en Mérida mujeres musulmanas que pudieran lavar los cuerpos de acuerdo con la tradición islámica.
Mi primera opción fue ir a la sede de una congregación musulmana en la calle 60 con 51 del centro de Mérida, pero llegamos y estaba cerrada. Llamamos al teléfono que tenían disponible, y en primer lugar nos dijeron que no tenían mujeres para hacer ese servicio, además de que pertenecen a una rama islámica diferente a la que profesan Fauzi y su familia.
Tras búsquedas en internet nos apareció una opción ubicada en el centro sur de Mérida, donde nos llevamos inesperada, pero agradable impresión.
Antes de continuar el relato quiero exponer una anécdota que me lleva a reflexionar sobre la gran influencia árabe que tenemos a través de la cultura española, pues cuando Fauzi vio la cúpula de la iglesia de la Tercera Orden creyó que esa era la mézquita que estábamos buscando en el centro de Mérida.
En Yucatán son muy pocos los practicantes de la religión musulmana y aún no tienen la fuerza como para tener una mezquita como las que hay en otras ciudades del mundo.
Y para muestra un botón. La mezquita musulmana que nos marcaba el buscador resultó ser una casa típica del centro de Mérida, pero afortunadamente ahí encontramos lo que buscaba el desesperado corazón de Fauzi.
La encargada de la comunidad musulmana Ah Rahman era una joven llamada Blu, quien es integrante de la comunidad musulmana sunita en Mérida y está casada con un egipcio estudioso del Islam.
La joven llegó ataviada con una burka negra que la cubría por completo, incluso los ojos, como lo marca la ley islámica.
Tras hablar con Fauzi con apoyo de mi francés inconcluso, Blu accedió a realizar el servicio religioso para purificar los cuerpos.
Luego de una rápida comida nos dirigimos a buscar los implementos para el rito musulmán, que incluyó siete sábanas blancas por cada una de las jóvenes fallecidas.
Pude dedicarme por completo al apoyo de Fauzi gracias a que era domingo de Carnaval en Mérida y pude desatenderme muchas horas de mi labor periodística.
Ese domingo, por un trámite legal que no se pudo concretar en la Fiscalía no fue posible hacer el ritual de los cuerpos, y le informaron a Fauzi que incluso podía demorar hasta el lunes por la tarde.
Le cayó como anillo al dedo porque ese lunes lo aprovechó para ir a Tizimín, al sitio del accidente, para verificar unas cosas, y de ahí se trasladó a Cancún a buscar las pertenencias de las jóvenes que se quedaron en un hotel de Cancún, todo esto acompañado del cónsul Mario Ancona, quien lo llevó en su vehículo.
El martes por la noche se hizo el lavado de los cuerpos en un centro funerario ubicado en el Periférico sur de Mérida, donde se dieron citas integrantes de la comunidad musulmana en Yucatán.
Las mujeres se encargaron de purificar los cuerpos de las jóvenes y una vez concluida esa labor los hombres hicieron oraciones por sus almas, con los ferétros orientados hacia La Meca, la ciudad sagrada del Islam.
Al día siguien Fauzi se dispuso a volver a Francia. De Mérida tomó un vuelo hacia la Ciudad de México y de ahí a París. Para entonces, miércoles 25 de febrero la pandemia de Covid-19 ya rondaba Europa y se aprestaba a llegar a México, donde los primeros casos se detectaron el 27 de febrero.
Al parecer, las afectaciones que dejó la pandemia en la navegación aérea hicieron que los cuerpos de las jóvenes, en lugar de París fueran enviados a Francfort, en Alemania.
Esto retrasó el envío de los cuerpos a Marruecos, donde ya los esperaban los familiares de ambas jóvenes. La tradición musulmana marca que los fallecidos tienen que ser sepultados en la tierra de origen de sus padres y abuelos.
En este caso Salma fue sepultada en Casablanca, la ciudad principal de Marruecos. Sarah, por su parte, fue inhumada en Fez, una ciudad amurallada y cuna de los ancestros de la familia Reggoune.
Tras los funerales que duran varios días, la familia de Sarah regresó a París, con excepción de Fauzi que tuvo que quedarse por unos trámites. Ahí pasó lo más fuerte de la pandemia en Europa, pues por las restricciones de vuelos no pudo volver a París sino hasta varias semanas después.
El 13 de febrero de este 2022 se cumplen dos años de la tragedia que enlutó a dos familias francesas y que cobró la vida de dos muchachas que vinieron a conocer el paraíso sin saber que era su perdición.
A dos años de distancia aún conservo la amistad de Fouzi, su hija Julie que me contactó, a su suegra Denielle Rodríguez, descendiente de españoles.
También a Blu que me ha permitido acercarme aunque sea superficialmente al mundo de las tradiciones musulmanas, además de que me regaló exquisitos dulces árabes y el más delicioso café que he probado en mi vida.
A plus tard, à jamais mes amis (hasta luego, hasta siempre mis amigos)
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