“¡Córrale señor reportero!”
El Juglar de la Red
Los periodistas en México hemos sido duramente castigados, tanto por políticos como por los grupos criminales; las 16 muertes que contabilizamos en el gremio es una prueba de ello, no hay duda que en las condiciones actuales muchos reporteros buscan zonas de confort donde no incomoden a personajes con poder que puedan lastimarlos físicamente a ellos, sus familias o hacer que pierdan su trabajo por las opiniones vertidas en sus espacios.
Quienes están en posiciones de poder, utilizan su influencia y las redes que tejen, para impedir que se les cuestione.
Si se trata de políticas mujeres que no dan resultados o cuyas propuestas son cuestionadas se cobijan en subterfugios legales como eso de que se trata de violencia política de género en su contra.
Denuncian y someten a los compañeros a fuertes multas, los acusan de acosadores y violentadores, los criminalizan por sus opiniones y con ello los acallan o censuran. Es una nueva forma de atentar contra la libertad de expresión.
Con toda esa parafernalia legaloide le sacan la vuelta a los cuestionamientos y se “vacunan” para nunca ser increpados públicamente por las decisiones que toman y que terminan por afectarnos a todos.
Luego está la censura disfrazada réplica; el presidente de la República es un maestro en estos menesteres, desde su púlpito mañanero y con el espacio “Quien es quién en las mentiras”, pretende desacreditar las voces críticas que se alzan en contra de las decisiones gubernamentales, para López Obrador todo mal comentario es producto de un “amafiamiento” que pretende desprestigiar su gobierno.
De las miles de mentiras que se han dicho en las conferencias mañaneras, de esas, el Presidente no dice nada y ese es precisamente el asunto central. Si no dijera mentiras no diera “carnita” para expoliarlo públicamente y tampoco se preocuparía de lo que se dice de su gobierno.
De esa actitud presidencial apareció una nueva figura, la violencia institucional, gobernantes que achacan sus fracasos a los medios de comunicación o a periodistas en específico y los acosan, hostigan, señalan públicamente y hasta los violentan sin mayor problema porque saben que la impunidad los va a cobijar.
Esa violencia institucional llega al extremo de acusar a los medios de comunicación de ser factores para que los hechos de violencia que afectan zonas, municipios o estados, y que son reportados en las noticias cotidianas, sean el verdadero motivo de la mala imagen de algunas ciudades. Desde la óptica convenenciera de esos gobernantes o políticos, debemos abstenernos de informar sobre la violencia en las calles, en el entendido de que con eso nadie se va a enterar y por ello no se generara un menoscabo a la imagen de una ciudad, municipio o entidad.
Eso es tanto como que la basura en lugar de tirarla, simplemente se esconda.
De todo eso que va formando un caldo de cultivo, lo que sigue es atentar contra la integridad de los periodistas. No es fácil concluir que se generó un clima donde el eslabón más débil es el periodista y que se considera que acallando una voz crítica o incómoda, se acaban los problemas y los señalamientos.
Porque a toda esa situación se agrega un detalle más grave y que termina por cerrar ese círculo vicioso.
Los atentados y crímenes contra periodistas difícilmente se investigan y mucho menos se detiene a los autores materiales o intelectuales de esos hechos. La impunidad se vuelve el manto protector que cobija a todos y mediante el cual se encubre cualquier situación de violencia que padezcan los reporteros, las periodistas o los medios de comunicación.
Sin castigo, el mensaje se traduce en una invitación a seguir atizándole duro a la violencia contra el gremio, al final de cuentas solamente hay que soportar las expresiones de condena, las marchas de los colegas y luego no pasa nada, porque las autoridades no investigan o solamente simulan que lo hacen.
Por eso, podría considerarse que la expresión lanzada por un elemento de la Guardia Nacional a un periodista que cubría una balacera en Caborca pudiera tener sentido: ¡córrale señor reportero!
Pero el reportero solo movió su automóvil y siguió documentado los hechos.
Así estamos todos los periodistas en México: invitados a salir corriendo, pero seguimos documentado lo que sucede a pesar del riesgo que implica ejercer esta profesión.