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Debates amañados

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Debates amañados
Triques

Los debates políticos tienen objetivos claros que han mutado conforme la parcialidad se apodera de estos encuentros hasta convertirse en punta de lanza de los poderes fácticos. Desde el momento en que se transmite por televisión, -herramienta propia de los conservadores en México, salvo excepciones, a veces poco honrosas-, el debate tiene ya dados cargados.

A esto habrá que añadirle la tendencia conservadora que dejó Lorenzo Córdova y Ciro Murayama en los institutos estatales, que en ningún momento eran o son autónomos del INE federal. Además, por si fuera poco, la costumbre inexplicable de nombrar a un moderador o moderadora que tenga una fama relativa dentro de la televisión, complementa la acción de un debate que tiene más de ring de boxeo que de la libre exposición de las ideas políticas.

La política se volvió frívola a causa de que su información fuera transmitida por un medio banal como la televisión y en el caso de los debates se le impuso en México y en Estados Unidos, la obligatoriedad de arrojar un ganador y un perdedor en cada encuentro. Convirtiéndola en una especie de deporte para adultos.

El relajamiento progresivo de la práctica política creó fisuras para que la frivolidad se apoderara de la política y, por lo tanto de los debates. Se llegó a ser tan irresponsables que adelantándose a los resultados de las urnas, cuando así les convenía, los míos afirmaban en quien ganara el debate ganaba en las elecciones: desde luego, muy pronto la realidad desmintió esta especulación.

Por lo regular el debate lo “ganaba” quien gritaba más, ahí está el caso de Fernández de Cevallos, que lo colocan como un ganador del debate sin resultados en las urnas. LA ley de la selva se asomaba poco a poco a los debates de tal suerte que el que rugía más alto era el ganador. Las ideas tradicionalmente no son parte de los debates, como pudimos verlo en el realizado el jueves en el Instituto Electoral del Estado de México, donde el debate consistió en golpeteo y agresiones, del que tomó parte la propia moderadora con saña mostrada en su discurso, con preferencia de trato entre las dos candidatas, con un resentimiento que sólo los nostálgicos del chayote padecen.

La persona que debe guardar el equilibrio entre las partes, que esta vez sólo eran dos, si hubiera un debatiente más rebasan a la imberbe moderadora que mostraba hasta lo obvio sus preferencias políticas y electorales.

La necedad de escoger a una lectora de noticias de la televisión privada, muestra a los favoritos del IEEM, pero también del resto de los organizadores de los debates que dejaron de ser imparciales desde hace mucho tiempo. Anteriormente eran profesionales y provenientes de algún canal del gobierno o de sus dependencias; sin embargo, ante la urgencia de reducir la ventaja de la maestra Delfina Gómez, la consigna era deshacerla en el debate a través de esa herramienta frágil que es la de pertenecer a la televisión privada, donde seleccionan a su personal no por atributos intelectuales sino por otros.

L encuestadora pensó que con sus presiones, interrupciones y acoso se ganaría la gloria de sus jefes, fue lo contrario; con su torpeza y evidente parcialidad impulsó más aún y creó un aventaja mayor ante su competidora que se quedó con las ganas de ser la ganadora del debate a pesar de tener todo preparado para celebrarlo.

Esto no sólo es motivo para advertir un posible fraude electoral orquestado por el PRI en su último bastión, sino instrumentado o, por lo menos con anuencia del IEEM. Lo cierto es que las simpatías de Alejandra del Moral bajaron entre la población del Estado de México gracias a la torpeza de una mediadora tan ignorante como conservadora.


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