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“El nuevo aeropuerto y lo que falta”

“El nuevo aeropuerto y lo que falta”

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"El nuevo aeropuerto y lo que falta"
EL JUGLAR DE LA RED

Estoy seguro que desde las esferas oficiales, los voceros de Morena y del presidente López Obrador nos van a dar una reseña de todo lo que representa el nuevo aeropuerto “Felipe Ángeles”, una obra que fue inaugurada entre la decepción de muchos que la consideran un fiasco, “gato por liebre” y la validación de otros tantos, no pocos, que la ven como un gran logro, como si fuera la terminal aérea de “Kansai”, que los japoneses construyeron en la bahía de Osaka, en una isla artificial.

El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) tuvo un costo de cien mil cien millones de pesos, originalmente estaba considerada una inversión de 79 mil 305 millones de pesos, es decir su costo se elevó en un 28 por ciento (casi 22 mil millones de pesos adicionales al presupuesto original). El presidente López Obrador había dicho que el aeropuerto costaría menos de 80 mil millones de pesos, pero la corrupción incrementó su precio.

El antiguo proyecto del Aeropuerto en Texcoco tenía un costo de 332 mil millones de pesos, se habían invertido cerca de 100 mil millones de pesos que se fueron a la basura al momento de cancelarlo, pero además, el costo por suspenderlo fue de otros 100 mil millones de pesos. Son 200 mil millones de pesos que se suman al costo del AIFA.

A final de cuentas, a los mexicanos el nuevo AIFA nos costó lo mismo que el de Texcoco, pero esta terminal no se compara ni en imagen, calidad, infraestructura al que se canceló.

Pero los detalles, buenos y malos, estarán en varios espacios por varios días.

Hoy, la Ciudad de México tiene un nuevo aeropuerto y la historia determinará si es la solución a los problemas de saturación aérea o solamente es una inversión inútil.

Pero más allá de la algarabía de algunos y la rabia de otros, es menester exponer que construir un nuevo aeropuerto se dio a costa de muchos sacrificios.

Lo que falta hacer es resarcir los daños que se generaron por la carencia de dinero y por lo cual se dejaron de atender otros problemas que se agudizaron.

Falta que ahora sí, finalmente, se abastezca con medicamentos los hospitales públicos; más trascendente que lleguen las medicinas para los niños con cáncer.

Falta también que los recursos federales se destinen a esos programas con amplio sentido social, como el de las Escuelas de Tiempo Completo, que fue suspendido este año y afecta a los niños y niñas de escasos recursos económicos.

Falta también que el presupuesto federal se refleje en los aspectos económicos: apoyos a Mypimes, Pymes, a sanear la catástrofe causada por el Covid-19 y que significó el incremento de más pobres en México, casi 6 millones de personas que dejaron la clase media para pasar a ser pobres, según estimaciones oficiales.

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También falta ponerle atención al tema de la seguridad pública, no es casualidad que la cifra de asesinatos dolosos llegue a los 115 mil en tres años; la desatención a ese tema no puede seguir sustentándose en que se trata de una herencia del pasado o que es efecto de los gobiernos neoliberales. La única causa del crecimiento del crimen organizado y el dominio que tiene de algunos territorios en México, es la pasividad contemplativa del gobierno federal.

A este gobierno también le falta regresar los beneficios que canceló a mujeres, sobre todos las que trabajan; le debe regresar el dinero público a programas como el de guarderías escolares, es momento de reactivar los recursos para financiar los albergues para mujeres maltratadas.

Luego de invertir 100 mil cien millones de pesos en el nuevo aeropuerto y mal gastar 100 mil millones destruyendo el proyecto del aeropuerto en Texcoco y obligándonos a pagar otros cien mil millones de pesos en multas y sanciones por esa cancelación, es momento de que el Gobierno Federal deje de exprimir los recursos estatales y sea más generoso con las entidades federativas a las que, aunque en lo público lo nieguen los gobernadores de Morena, tiene con el Jesús en la boca porque no se atienden las demandas prioritarias de los ciudadanos y la inversión se planifica de manera centralista.

A este país le hacen falta menos ocurrencias del Presidente y más acciones que le den rumbo y sentido. A México le falta que el dinero público no se malgaste en acciones sin sentido (como la consulta para revocación de mandato o las obras faraónicas) y el dinero se aplique en salud, educación, ciencia o deporte.

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