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El suicidio

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El suicidio
Por Fernando Aguilar

“Tengo miedo a vivir. ¡¡¡Qué sola me siento!!!  Todo lo que me rodea me es indiferente, cuánto he deseado morir. Dicen que estoy loca porque he intentado suicidarme. A los 16 años mi novio me abandonó estando embarazada…”, narra con un inevitable rictus de dolor en el rostro, la joven mujer al volver a recordar parte de su pasado.

Juana, María, Olga, Francisca. Llámele como usted quiera. Da lo mismo. Es una historia como las de muchos que están en el olvido y que asoman a la luz cada 10 de septiembre, que es cuando se celebra el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, debido a que cada año las sociedades en el mundo registran unos 700 mil suicidios consumados, siendo esta la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años.

Y en nuestro país no es la excepción al registrar 8 mil casos, pero no hay que olvidar o tener siempre presente que por cada acto consumado hay 20 no letales o que no logran su objetivo. Es decir que anualmente mueren más jóvenes por esta causa que por paludismo, cáncer de mama, por violencia u homicidio, según el INEGI e instituciones de salud.

Tristemente en nuestras sociedades nos hemos acostumbrado a ver y padecer tanta inseguridad por violencia en todos sus niveles, drogadicción, alcoholismo, que la culminación de tajo de una vida por suicidio, se nos hace tan normal que en automático nos hace pensar con cierto cinismo, que no hay por qué preocuparnos, pues el mundo tiene que seguir rodando.

Y los medios de comunicación (prensa escrita, medios electrónicos, redes sociales…) y hasta los políticos en turno nos hacen creer que es parte de nuestra vida cotidiana y que hay que tomarlo como un espectáculo más, y de esta manera casos como el que nos ocupan lo explotan morbosamente para vender el producto, porque según ellos, es lo que quiere la gente, el pueblo, y entonces lo que importa en esta vida es el materialismo, las groseras ganancias como sea y en donde sea y a costa de lo que sea.

De esta manera nos hemos vuelto insensibles ante el dolor, el sufrimiento del ser humano, de sus necesidades, de la cruz que lleva a cuestas; y tal vez a las sociedades no les interese, porque se niegan verse así mismas enfermas, decrepitas, inmorales, a sabiendas de que son parte de la podredumbre que carcome sus entrañas, un ente canceroso que las mantiene en ruinas y a las que urge meterlas a terapia intensiva.

Aquí una de tantas historias con las que nos topamos a diario.

Olga, María, Juana o como le quiera llamar, comienza así su relato:

_Vuelvo la mirada a mi pasado, retrocedo los años y me veo en el hogar al lado de mis padres y mis cuatro hermanas; tengo 6 o 7 años. Soy una niña agresiva; odio a mi hermana mayor, especialmente a mi padre. Es un borracho, abusivo y cruel; golpea a mi madre la mayor parte del tiempo delante de nosotros; le tenemos mucho miedo.

A los ocho años ya no voy a la escuela, porque mi papá dice que las mujeres no servimos para nada, siento mucho rencor y aun me siento mutilada, incompleta.

En mi pueblo las mujeres no entramos en las cantinas, solo las malas. Papá me obliga entrar y me da cerveza; no me gusta, sabe amarga, aunque después tomo dos o tres, me siento bien, pierdo el miedo a papá y sus amigos me tratan muy bien; me gusta tomar con él y cuando no quiero me obliga. Hace días casi me ahogaba, yo no quería tequila y me tomó por los cabellos empinándome la botella en la boca. No recuerdo cómo llegamos a casa.

A los pocos meses ya no necesito que papá me lleve a la cantina, me le escapo a lugares donde me conocen y a los amigos de papá les gusta que tome con ellos.

A los 16 años mi novio me ha abandonado y estoy esperando un hijo; mamá lo descubrió y tiene miedo de que papá me mate.

Y casi siempre iban y venían estos pensamientos: ¡Qué sola me siento! Todo lo que me rodea me es indiferente, ¡cuánto he deseado morir!.

Me he casado dos veces sin amor, buscando el refugio, la fuerza que solo el alcohol me puede dar. Cada día me hundo más: Hospitales, golpes, regaños, más golpes, sentencias de policías, nada hace que pare de beber. ¿Mi hija dónde está?, ¿quién es, cómo es? ¡Quién sabe! ¿A quién importa eso? A mí, no; solo tengo breves momentos de lucidez, pero mi angustia es tanta que vuelvo a beber para olvidar esa vida miserable que tanto desprecio.

Dicen que estoy loca porque he intentado suicidarme; cuando eso ocurre me mandan a un Hospital de San Bernardino California; me llevan en una ambulancia con cuatro personas, vamos amarrados con batas blancas…Tengo miedo a vivir.

Han pasado cinco años, los más espantosos y tristes de mi vida, soy una miseria; cuando no estoy borracha, estoy drogada porque me habitué a los tranquilizantes.

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Hoy tampoco fui a casa. Desperté llena de pánico, sin darme cuenta en donde estoy; volteo a mi alrededor, me encuentro en un hotel a unas cuadras de casa; en realidad aquí me quedo en muchas de las veces que no llego a casa. Me enderezo y estiro la mano para alcanzar una botella de licor; todo está tan callado; me levanto y enciendo el televisor…no le pongo interés…

Casos como este deambulan por aquí, por allá sin que lo notemos o simplemente los miramos de reojo, pensando para sí, que no es de nuestra incumbencia…y así, los ignoramos, y así, pasan desapercibidos.

Por todo lo anterior, los estudiosos de la materia dicen que el objetivo de llamar la atención en una fecha específica al grave problema del suicidio, es crear conciencia sobre la importancia de eliminar el estigma hacia la salud mental y trabajar para que las personas pidan apoyo ante una situación emocional compleja que de no hacerlo, lo lleve a la intención de quitarse la vida.

Además, en México como en otros países del mundo, se registran las autolesiones sin distinguir si existen o no la intencionalidad suicida. Por ejemplo el año pasado se atendieron en las instituciones de salud 9 mil 847 personas por autolesión, de las cuales 58 por ciento fueron mujeres, de las cuales el 41.7 por ciento tenía entre 10 y 19 años; el 27. 47 tenía entre 20 y 29 años de edad.

En la Ciudad de México ha habido casos de gente que se arroja a las vías del Metro, “se avientan de un edificio, toman pastillas o se cortan las venas. También existe el ahorcamiento o la estrangulación, disparo o envenenamiento por disolventes y plaguicidas. Muchas veces eligen fechas especiales, para atentar contra su vida como algún aniversario, pues tiene algún tipo de significado para esa persona o porque quieren asociar su muerte a una fecha en específico”, puntualiza el doctor en Psicología por la UNAM, Everardo Castro.

GOTERO

La Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) emitió una alerta sanitaria por la falsificación de la vacuna Provibac-B antihepatitis B, recombinante. El producto falsificado se detectó en presentación de suspensión inyectable de 200 mcg (20ml), y no cuenta con autorización sanitaria.

El biológico falsificado muestra los números de lote 2526211014-1 y 2566220/410-2


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