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Patología homicida de derecha

Patología homicida de derecha

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Patología homicida de derecha
Triques

Desde el amanecer del sexenio el PAN exige la renuncia de cualquier funcionario público de la Cuarta Transformación. El estilo de la castración panista se hace presente en su modo de hacer política. Pedir la cabeza de un funcionario público es un acto de asesinato político, por lo menos.

El discurso panista es de represión, violencia y agresividades. Desde la obsesiva exigencia por la renuncia hasta la quema de libros son actitudes que se asemejan al asesinato; la mutilación de obras, su paralización, conjuntamente con la intención de coartar la libertad de expresión del presidente habla de una manera de asesinar la voz, las ideas, la razón, el conocimiento, la historia, las personas, la vida misma.

Su consigna de defender la vida es sólo la herramienta que identifica a la derecha internacionalmente, pero, en realidad se trata de una muy añeja corriente política que en la práctica agrede y trata de exterminar la especie.

Los panistas desde el inicio del sexenio sabotearon las obras, es decir, querían que el gobierno abortara proyectos, que se quedaran las obras tan inconclusas como ellos abortaron una refinería que ni siquiera llegó a ser feto, se hizo sólo una barda.

La estrategia de ampararse para detener obras es parte del amor a lo estático, a lo inmóvil, a lo muerto, que requiere de un profundo psicoanálisis, que daría como resultado una personalidad necrofílica definitiva, el hecho de hacer de los muertos de la pandemia una consigna partidista que duró meses, habla de la patología panista que no esconde su instinto homicida.

La derecha es depredadora, su vocación por la destrucción llena de vergüenza la historia universal. La quema de libros es una obsesión que muestra cómo para los conservadores la fuerza es más importante que la razón, desde la biblioteca de Alejandría, cuya decadencia inició con la persecución política de los bibliotecarios e intelectuales hasta dar fuerza a la violencia sobre el conocimiento.

La quema de libros tiene siglos realizándose y es el deporte favorito de una derecha a la que no le interesa el saber sino el pragmatismo de obtener cantidad y no calidad en la vida.

En argentina, una de las mayores quemas de libros fue ordenada por el general Luciano Benjamín Menéndez, culpable de crímenes de lesa humanidad, en Córdoba, diciendo que lo hacía “para que no quede nada de estos libros, folletos, revistas y no se siga engañando a nuestros hijos. De la misma manera que destruimos por el fuego la documentación perniciosa que afecta el intelecto y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos del alma argentina”, señaló el golpista señalado como torturador, secuestrados, homicida, quien desapreció cientos de jóvenes durante la dictadura militar. Fue condenado a 13 cadenas perpetuas pero fue perdonado por Carlos Saúl Menem.

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Cualquier semejanza con los panistas no es coincidencia sino comunión de patología mental e ideológica. Esa es la única historia que reconocen en el PAN, y los represores los guías espirituales de la derecha mexicana.

El sabotaje de la derecha en México hacia el gobierno de la Cuarta Transformación tenía una perversión propia de golpistas, como es el caso de detener obras con amparos y luego señalar que dicha obra había resultado más cara de lo previsto. Es decir, el tiempo que la obra estuvo suspendida fue el motivo de su encarecimiento, y la derecha se lo atribuye, tramposamente a desvíos de recursos, acusando de corrupción a los funcionarios implicados en su construcción.

El golpismo como única manera de hacer política en el PAN le redundó en el abandono total de la militancia, la agresividad conjuntada en los berrinches de senadoras y diputadas que llegaban al paroxismo mostraron, en esa tragedia griega, la inspiración misma del complejo de castración que identifica a los panistas en México. Todo un drama, con muchos daños colaterales que finalmente se le revirtieron.


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