“Uno de Candidato, otro de Presidente”
El juglar de la red
No se puede negar que la asunción del presidente Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México generó altas expectativas de, ahora sí, un auténtico cambio en el quehacer gubernamental en nuestro país: menos corrupción, una reestructuración gubernamental para mejorar dependencias, instrumentar programas y modernizar al gobierno; un presidente de diálogo y acuerdo, un mandato donde la austeridad fuera la carta de presentación.
Pero nos dieron gato por liebre.
Amparado en un discurso que apelaba a combatir la corrupción, el Presidente se enfrascó en ir destruyendo lo que estaba mal, pero sobre todo lo que estaba bien. Lo malo se volvió pésimo y lo que estaba bien simplemente dejó de funcionar.
Íbamos a tener un aeropuerto de primer mundo y se canceló para construir un armatoste que nadie usa pero que además complicó el tráfico aéreo en la Ciudad de México; teníamos el seguro popular y lo cambió por el Insabi, que no funciona a pesar de un enorme presupuesto que se le ha asignado y la prueba es la carencia de medicinas para los pacientes que buscan recuperar la salud. De los servicios de salud como los de Dinamarca ya mejor ni hablamos.
Nos ofrecieron un gobierno austero, del pueblo; pero lo que nos dieron fue uno de los funcionaros que se enriquecieron antes, se siguen enriqueciendo ahora y todo sucede con la venía presidencial. El gobierno se “afrancesó” y ahí está la colección de autos de lujo del fiscal Alejandro Gertz Manero; las propiedades de Bartlett y sus negocios; la vida de lujo de los hijos del presidente.
Los nuevos ricos volvieron a resurgir, como en el pasado que se pensaba desterrado, y no resulta extraño que todos estén ligados a un cargo en el gobierno actual. Desde la familia presidencial, hasta la familia de los funcionarios: negocios, sueldazos, entrega de obras públicas aunque no tengan experiencia ni capacidad para realizarlas; ¿Qué importa? Es la Familia en el poder.
La corrupción está en todos lados, menos en la corte palaciega, esos son impolutos.
El Presidente que llegó con el apoyo de miles de mujeres que le creyeron las apoyaría, les quitó las guarderías, las escuelas de tiempo completo, mandó colocar vallas frente a Palacio Nacional para no tener que atenderlas.
Aquel López Obrador candidato, que clamaba por que el Ejército estuviera en los cuarteles, los metió a todo: constructores, agentes migratorios, encargados de las aduanas, los llevó a la Guardia Nacional, todo se militarizó y tanto amplio el protagonismo de los soldados que hasta los convirtió en la burla del crimen organizado.
Aquel hombre que hablaba de un país donde los jóvenes no caerían en las garras del narcotráfico porque les daría oportunidades, lo que hizo fue engrosar a los cárteles de las drogas, pactar con ellos y hasta hacerse de la vista gorda cuando le financian campañas electorales.
Ese López Obrador al que negaron el diálogo como candidato presidencial y que recurrió a la protesta como fórmula para hacerse oir; también, nomás llegó a la Presidencia, se volvió sordo. No hay diálogo con nadie, todo se basa en la imposición y el chantaje; no argumenta porque todo es autoritarismo; en su diccionario no existe la palabra negociación, solamente acepta el sometimiento.
Aquel hombre que aseguraba era innecesario contratar deuda y que todo se haría con el dinero ahorrado de erradicar la corrupción, ya lleva más de 3 mil millones de pesos solicitados a préstamo, mucho más que su antecesor en todo el sexenio pasado.
El gobierno trasparente se quedó en el discurso: la trasparencia de las grandes obras se volvió objeto de “seguridad nacional”; se cancelaron las licitaciones; las asignaciones directas se volvieron lo común; la mafia del poder de antes sigue siendo la misma de ahora y ahí están las grandes obras.
A los amigos se les perdona todo, a los rivales se les ajusticia, se les fustiga desde la “mañanera”, se les ataca sin misericordia y se les denigra con cualquier tipo de epítetos.
Hoy en México ser médico, científico, periodista, padre de un niño con cáncer, mujer que pide seguridad es asumirse del lado contrario del presidente; su “pueblo” lo componen quienes le aplauden, quienes trabajan para él; sus fieles seguidores y los grupos criminales que lo cuidan en sus giras.
Nos ofreció democracia y libertad, pero nos lleva al autoritarismo y a una nueva dictadura…así como la que pretendíamos evitar cuando se votó en contra del PRI, hace cuatro años.