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ORACIÓN: “Hijo del altísimo principe de las alturas”

ORACIÓN: “Hijo del altísimo principe de las alturas”

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¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

¡JAMÁS OLVIDES TU IDENTIDAD! ¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Hijo del altísimo principe de las altura. Nuestro corazón late precipitadamente, oh Padre Santísimo, porque anhela desde temprana hora.

Consagrar los primeros instantes para iniciarlos ante tu divina y majestuosa presencia, para saludarte, estrechar tu mano y sentir y contemplar todo lo excelso que te rodea.

Aquí nos encontramos y al contemplarte, ese silencio nuestro se torna contemplación, meditación, reflexión, abstracción e intuición.

En esta oración intuición, las palabras salen sobrando y se tornan innecesarias, porque el lenguaje celestial es pensamiento claro, preciso y de alta efectividad para obtener la más fluida conversación contigo que eres la misma fuente de la vida.

¿Cómo no ser y estar altamente agradecidos a tu hijo amado, quien nos enseñó y nos hizo dignos de dirigirnos a ti, como nuestro padre y nuestro Dios?

ORACIÓN: “Hijo del altísimo principe de las alturas”

Él vino para restablecer ese puente que nos une con todo lo celestial, con todo lo divino y nos mantiene siempre conscientes de nuestra verdadera esencia.

Perder esa porción divina, ¡es caer en la miseria! Es perder EL GRAN PODER DEL ESPÍRITU que nos hace muy semejantes a ti, aunque nuestra carne se revele y nuestra alma se debilite.

Somos príncipes que en esta batalla que libramos nuestro enemigo nos quiere separar de ti, oh luz divina, ¡para envolvernos en las tinieblas del olvido y de la confusión!

Nuestro enemigo sabe que le queda muy poco tiempo y trata a toda costa mantenernos sumidos en la oscuridad de la ignorancia y así mantenernos enajenados, encadenados, imposibilitados y dejando pasar miserablemente los días.

Recordemos que JOSÉ EL SOÑADOR, SIEMPRE EN SU MENTE ESTUVO EL ALTO VALOR QUE EN SU INTERIOR LLEVABA: ¡ÉL, EN MEDIO DE LA ENVIDIA DE SUS PROPIOS HERMANOS.

EN EL POZO SECO Y PROFUNDO, COMO ESCLAVO DE POTIFAR, COMO PRISIONERO EN EGIPTO.

¡JAMÁS PERDIÓ SU ALTA DIGNIDAD! ¡LAS CIRCUNSTANCIAS CONTINUAS, CONSTANTES Y ADVERSAS NO LE IMPIDIERON LOGRAR SUS SUEÑOS!

Nosotros, Padre Santísimo: ante tan adversas, dolorosas y amargas situaciones, manteniéndonos con caídas.

Con desilusiones, soportando los dolores y golpazos, ¡estamos más que dispuestos a continuar la lucha hasta obtener la victoria! ¡Para ello nacimos! ¡Para ello estamos en este mundo!

Padre Santísimo: Tú sabes que si estamos despiertos a temprana hora es debido a que queremos ser iluminados por tu luz y ser siempre tus favorecidos con tu inmenso poder.

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¡NO DEJAR DE SER LO QUE TÚ SABES QUE YA SOMOS! ¡PARA NO PERDER NUESTRA IDENTIDAD Y NUESTRA ESENCIA!

PARA HACER QUE NUESTRO ESPÍRITU, ALIENTO DE TU BOCA, SEA QUIEN NOS INFUNDA LA SABIDURÍA, ¡EL ENTENDIMIENTO Y LA FORTALEZA PROPIA DE TUS PRÍNCIPES!

Hoy nos apropiamos este decreto del Espíritu Santo: “Mi hijo eres tú, YO TE HE ENGENDRADO HOY. ¡Pídeme, y te daré a las naciones como herencia tuya y como posesión tuya los confines de la tierra!” (Salmo 2:7-8).

Por supuesto que esto lo declaró el Espíritu Santo, refiriéndose a tu amado hijo.

Pero por extensión es para todos los que tú has creado y colocado en este mundo para dominar con sabiduría, con amor y con pasión todo cuanto has dispuesto.

Nos has sometido a grandes pruebas y a tremendos reveses. Sabemos que, contando con tu presencia, esos momentos de gloria, pronto nos harán olvidar estos momentos crueles, difíciles y tormentosos.

Lo que tú, Padre Santísimo, ya decretaste es y será una bendita realidad que nos hará dignos de vivir sentados a la diestra de tu poder y con todo el poder inimaginable, ¡para someter al mismo imperio de las tinieblas bajo nuestros pies!

Padre Santísimo: Tu amor y tu fidelidad nos acompañan todos los días de nuestra vida terrena, pero al final de nuestra historia, estaremos contigo coronados como príncipes y herederos benditos de tu Reino Celestial y Eterno, porque desde esta vida logramos que nuestra esencia, ¡jamás quedara en el olvido! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+


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