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Oración “¡Jamás serás el abandonado del señor!”

Oración “¡Jamás serás el abandonado del señor!”

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Oración “¡Jamás serás el abandonado del señor!”

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Muy buenos días, Padre Santísimo. Hemos despertado muy nerviosos y casi no pudimos dormir debido al calor nocturno tan incómodo.

No obstante todo ello, hemos despertado con ganas de huir de esta realidad para recordarte que tengas piedad de nosotros, y nos devuelvas la normalidad y nos des sabiduría para poder soportar los años de las vacas flacas.

Padre Santísimo: Ante este cambio climático tan errático, nos sentimos los abandonados, los olvidados, los desamparados.

Porque sentimos que tú nos has desechado, nos tienes castigados y esa honda de calor insoportable es signo de tu indiferencia o de nuestra falta de sapiencia y previsión.

Muchos clamamos a diario que nos concedas lluvias, que no nos dejes sin ese preciado don.

Es muy cierto que esto nos pone a que le busquemos la salida con nuestra inteligencia, pero nuestra insistencia es debida a que tú, Padre Santísimo, has proclamado que:

“Ya no te llamarán «Abandonada» ni a tu tierra la llamarán «Devastada»”(Isaías 62:4).
¡Queremos que cumplas con tu promesa!

¡Te estamos suplicando que nosotros, con todos los seres vivos estamos a punto de estar devastados, desolados y colapsados!

La mayor parte de nuestra gente produce alimentos aprovechando la temporada de lluvias y para estas fechas ya los campos deberían estar verdes, floridos, esplendorosos y anunciando grandes esperanzas.
Padre Santísimo: con la ayuda del Espíritu Santo imploramos tu piedad, tu misericordia y queremos mover tu gran bondad.

Todos los que somos parte de este grupo de oración de la ferviente súplica: “¡Dios mío! ¡Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?

¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, de día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mí reposo.” (Salmo 22: 1-2).

No podemos descansar ni sonreír porque este ambiente nos trae pensativos, muy incómodos y sin poder vivir los bellos días del verano, donde las lluvias eran signo de grandes esperanzas.

De una naturaleza emotiva, colorida, alegre, bulliciosa, con parvadas de aves que surcaban nuestros cielos.

Con esos adornos de las ranitas, de los sapos, y de los conejos saltarines, que nos movían a elevar este salmo de regocijo:

“¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!” (Salmo 150:6)

Padre Santísimo: nuestra insistencia ante tu divina presencia es cansarte hasta que nos escuches y nosotros volvamos a ser lo que siempre hemos sido: Tus hijos, tu propiedad, tu prioridad, tu deleite, tu delirio, tu semejanza.

Hoy estamos a la espera de que tu promesa sea cumplida y nos envíes lluvias torrenciales que nos aseguren un ciclo de alta productividad, porque es nuestro deseo que tu palabra de vida se cumpla hoy:

“… sino que serás llamada «Mi deleite», tu tierra se llamará «Mi esposa»; porque el Señor se deleitará en ti y tu tierra tendrá esposo.” (Salmo 62:4).

¡Solamente así dejaremos de ser los olvidados y desechados de ti, Padre Santísimo, porque el cielo nos dará su lluvia y nuestra tierra sedienta dará sus frutos! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+


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