ORACIÓN “¡PREPÁRANOS, PADRE BENDITO PARA LA LUCHA!”
Te saludamos en esta fría madrugada del verano, ¡Oh Bendito Dios de nuestros gloriosos padres!
Ahora que nuestro mundo está lleno de tantos malvados y la tierra infestada de tanta maldad, solo nos resta exclamar con todas las fuerzas de nuestro espíritu: ¡Bendito sea el Señor, NUESTRA ROCA, quien adiestra nuestras manos para la batalla, y nuestros dedos para la guerra!” (Salmo 144:1). Sí, Padre Bendito, ¡Tú eres y sigues siendo NUESTRA ROCA INCONMOVIBLE Y DE SINGULAR FIRMEZA!
¡Qué seguridad experimentamos al confesarte como Nuestra Roca que nos salva! Así lo expresó el Espíritu Santo, quien nos hace proclamar con un corazón rebosante de felicidad: “¡Vengan, cantemos con alegría AL SEÑOR! ¡Alabemos a nuestra ROCA, al que nos salva! (Salmo 94:1).
Sabemos, oh Padre Bendito, que, toda nuestra vida en la tierra es UN BATALLAR de principio a fin, de cada instante y, por lo mismo, conscientes de ello, en Ti, que eres LA ROCA QUE NOS SALVA E INFUNDE SEGURIDAD, FORTALEZA Y CERTEZA, Te agradecemos porque gracias a que Tu Hijo Amado nos enseñó a confiar en Ti, ese ejército de ángeles que nos asignas, siempre está haciendo su tarea diligentemente a fin de que sea nuestra la victoria. Nos llenas de Tu poder amoroso, oh Padre, y nos haces ver que la mirada de Tu Hijo Amado y el favor del Espíritu Santo nos aseguran un éxito maravilloso, digno de seres extraordinarios, nacidos para ser campeones y Testigos de Tu Gran Amor.
Padre Bendito, el Espíritu Santo nos inspira a confesarte sin cesar con el poder inmenso de Tu Palabra de Vida: “¡Tú eres nuestro amparo y fortaleza, Nuestro PRONTO AUXILIO en las tribulaciones!” (Salmo 46:1). Sabemos que las tribulaciones son del todo necesarias para poder fortalecernos en la fe, para poder esperar en que Tus Palabras, Tus promesas y Tus recompensas las contemplamos desde cada instante de nuestra lucha, pero que las gozamos intensamente porque, a la par de los grandes luchadores, finalmente exclamamos convencidos y eufóricos por esa fuerza que nos da la fe: “Hemos peleado la buena batalla, hemos terminado la carrera, ¡HEMOS GUARDADO LA FE!” (2ª. Timoteo 4:7).
Padre Bendito: ¡Qué Sabiduría hemos obtenido en esta madrugada! Luchamos preservando hasta el final EL TESORO PODEROSÍSIMO DE LA FE a fin de concluir exitosamente nuestra vida de lucha incansable, para que, al cerrar nuestros ojos de este cuerpo, despertemos recibiendo la palma y el trofeo de los campeones.
La única condición que nos propone el Espíritu Santo es que: “… PUESTOS LOS OJOS EN JESÚS, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:2).
Desde ahora, nuestra mirada está puesta en el centro de nuestra atención y EN LOS OJOS que a la vez que nos impulsan a la batalla, nos aseguran un triunfo que solo merecemos LOS ELEGIDOS Y AMADOS DESDE QUE FUIMOS CONCEBIDOS EN TU MENTE DIVINA.
Padre Bendito: Agradecidos por estos segundos de estar contigo, en que nos hablaste al corazón, emprendemos con nuevos bríos y tremendo aliento, nuestro camino de guerreros audaces, que van seguros y, “sosteniendo firmemente la palabra de vida, a fin de que tengamos motivos para gloriarnos en el día de Cristo, ¡ya que no habremos corrido en vano ni habremos trabajado en vano!” (Filipenses 2:16).
¡Bendito seas, Padre de la Luz que infunde aliento de vida! Amén.
P. Cosme Andrade Sánchez+