Oración: “¡Aumenta, padre santísimo nuestra fuerza como de búfalo!” (Salmo 92).
Hoy que terminamos esta semana de CIELOS ABIERTOS Y DE INTENSA LLUVIA CELESTIAL, Te presentamos nuestros saludos más efusivos, llenos de la inspiración en el Espíritu Santo, ¡oh, Padre Santísimo!
¡Cuán bueno, Padre Santísimo, ¡es darte gracias! ¡Entonar, oh, Altísimo, salmos a Tu Nombre! Proclamando Tu gran amor por la mañana, y Tu fidelidad por la noche, al son de cuerdas de la guitarra; ¡al son del arpa y del salterio! Para ello, Padre Bendito, necesitamos tomar de Ti las fuerzas más potentes que los búfalos y así con esa seguridad llenarnos de alegría alabándote con júbilo de fiesta regocijados en las obras de Tus manos.
Padre Santísimo: ¡cuán imponentes son Tus obras, y cuán profundos Tus pensamientos! ¡Solo los insensatos y los necios no los entienden ni comprenden! ¡No nos importa si los malvados sean tantos como la hierba y florezcan! ¡Todos los malhechores, para siempre serán destruidos! ¡sólo Tú, Padre nuestro, ¡serás exaltado para siempre! Ante esas maravillas, no nos resta más que, ¡exaltar a una sola voz el Santo Nombre Omnipotente que Tú le has dado a Tu Hijo Amado! ¡Ese Nombre que está muy por encima de todo nombre! “Porque ante el Nombre de Cristo se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:10-11).
Ante esta maravilla de este don extraordinario del invocar el solo Nombre de Jesús, nosotros somos los primeros en caer de rodillas pronunciando con sumo respeto e imprimiéndole todas las fuerzas de nuestro ser. Hoy llenos de gratitud ante Ti, oh, Padre Santísimo, Te prometemos de todo corazón alabar ese Bendito y Omnipotente Nombre de Tu Hijo. Ante Ti, confesamos con todas las energías divinas de nuestro espíritu: ¡Bendito sea el Nombre del Señor, desde ahora y para siempre!
¡Hoy es el día en que nos has hecho ver caer derrotados en el abismo a todos nuestros enemigos!
¡Hoy nos vemos justificados por la Sangre de Cristo, floreciendo como las palmeras y plantados en Tus atrios, cual cedros del Líbano, ¡oh, Padre Santo! Nos vemos que aun en nuestra vejez fructificaremos, siempre estaremos llenos de lozanía y de vigor, para honra y gloria Tuya. Para proclamar confesando con potente voz: «Nuestro Señor Jesucristo es justo! ¡Es nuestra Roca! ¡En Él no hay injusticia!
Padre Santísimo: En esta madrugada nos complace abandonar nuestro lecho para estar en Tu presencia divina, meditar Tu divina Palabra, llenarnos de Ti, tener cada día un mejor despertar y así estar siempre bien dispuestos a enfrentarnos a la lucha diaria, porque estamos conscientes de que para ello hemos venido a la tierra. Aunque esta estadía en este bellísimo planeta es muy placentera, también vivimos con intensa pasión la aventura que cada día nos deparas.
Padre Santísimo: nos retiramos de esta sala propia de Tus hijos a quienes nos honras con Tu amistad y nos concedes la fuerza que supera a la de los búfalos, que nos hace aptos para la guerra y nos da la certeza de la victoria. Esta divina energía que de Ti recibimos y con el Nombre omnipotente de Tu Cristo, estamos más que seguros de obtener la palma de los campeones.
Tomando Tu bendición, Te agradecemos estos instantes llenos de sabiduría, de gracia y de poder para terminar este sábado llenos de Ti y muy capacitados para que Tú mismo Te goces de nuestras hazañas, porque a Ti Te las brindamos y en Tu honor lucharemos.
¡Padre Bendito! ¡Gracias, gracias, gracias! Amén.