Estas leyendo
ORACIÓN: “Te damos gracias, oh Dios, Te damos gracias e invocamos Tu Nombre; ¡todos hablan de Tus obras portentosas! (Salmo 75:1)

ORACIÓN: “Te damos gracias, oh Dios, Te damos gracias e invocamos Tu Nombre; ¡todos hablan de Tus obras portentosas! (Salmo 75:1)

Avatar
ORACIÓN: “Te damos gracias, oh Dios, Te damos gracias e invocamos Tu Nombre; ¡todos hablan de Tus obras portentosas! (Salmo 75:1)

“Te damos gracias, oh Dios, Te damos gracias e invocamos Tu Nombre; ¡todos hablan de Tus obras portentosas! (Salmo 75:1).

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Padre Santísimo: en medio de tantas cosas nada agradables, muy dolorosas y hasta muy desastrosas, Te saludamos con un espíritu agradecido, porque Tú estás en medio de todo esto y solo Tú sabes sacar bondades de la misma maldad, de la misma miseria y hasta de lo más amargo de la vida.

En estas dos últimas semanas nos arrebataste a Tu Reino a dos seres que significaron mucho en nuestra existencia, tenemos hermanos y familiares en extremo afligidos y, cuando alguien de los nuestros es golpeado por ver cómo Te llevas a la eternidad a sus seres más amados, es como si una espada les atravesara el corazón. Es muy cierto que esa separación nos lleva a suspender todo lo ordinario y nos da una sacudida para que reparemos que nuestra vida tiene un principio y un final; tiene una misión que cumplir y tiene un tiempo señalado por Tu divina voluntad.

ORACIÓN: “Te damos gracias, oh Dios, Te damos gracias e invocamos Tu Nombre; ¡todos hablan de Tus obras portentosas! (Salmo 75:1)

Esta sacudida es para que dejando a un lado lo ordinario, dediquemos una semana a pensar, a reflexionar, a clamar a Ti hasta derramar lágrimas, hasta ayunar o a comer un bocado muy sobrio, porque estamos tan adoloridos que, ¡no nos calienta ni el sol!
En medio de todo esto tan nada agradable, no nos resta más que en medio de tanto insomnio, de tanto desgano de realizar las actividades ordinarias, de tomar hasta de manera inconsciente un ayuno prolongado, estamos provocando despojarnos de una vida infructuosa, donde nuestro espíritu despierta y se da cuenta que en cualquier momento podemos ser llamados por nuestro nombre a Tu presencia y sin siquiera estar preparados para pasar de esta vida terrena a la eternidad.
Por todo esto que nos ha sucedido a menos de una decena de días para finalizar el año, Tú nos invitas a revestirnos de valentía, de amor y de autocontrol para acudir de inmediato a Tu presencia, implorando perdón y misericordia por el alma de Tus hijos que ya están contigo y para que nos concedas una gracia especial para estar más que nunca unidos a Ti y sentirnos más fortalecidos, más afortunados y más preparados para que el tiempo restante de nuestra vida transcurra en paz, en sobriedad y en abstinencia de todo lo que nos perjudica. Ese vacío que dejan estos hijos Tuyos, solo se puede llenar perdonando, amando, orando y agradeciendo Tu maravillosa Sabiduría, Tu gran poder y Tu gran bondad, porque de todo ello ¡lo que viene es y será lo mejor para todos!
Padre Santísimo: el estar sumidos en el luto es ayunar para que veamos lo pasajero que es el estar en la tierra, para que adquiramos sabiduría, sobriedad, sensatez y nos revistamos de fortaleza para reiniciar nuestras actividades cotidianas, pero de manera totalmente diferente al ayer. Desde ahora, vamos a imprimir a todo cuanto hagamos: inteligencia, amor y pasión para hacer de nuestros últimos días y años a respirar en este planeta, todo un maravilloso despertar de nuestro espíritu a lo extraordinario, a lo excelente y a lo sobrenatural.
Gracias, Padre Santísimo, ¡porque nada sucede sin Tu divina voluntad y sin que repercuta en bien nuestro! Sabemos que dentro del ojo del huracán estás Tú y, por más densas que sean las tinieblas y más grandes los peligros, Tú nos proteges y libras de toda maldad. El Espíritu Santo nos prepara para que, en los momentos más álgidos, más peligrosos y más desastroso, veamos que Tú, Padre de bondad, no nos dejas a nuestra suerte: “Aunque andemos en valle de sombra de muerte, ¡no temeremos mal alguno, porque Tú estarás con nosotros; Tu vara y Tu cayado me infundirán aliento”. (Salmo 23: 4).
Padre Santísimo: Te agradecemos con el alma en nuestras manos para que nuestro corazón siempre sea Tu morada maravillosa y de él brote el amor, la fortaleza y el aliento de vida con tremendo e increíble poder. Es hora de levantarnos y de proclamar confesando Tu inmensa bondad: ¡Cuán bueno, Señor, es darte gracias y entonar, oh Altísimo, salmos a Tu Nombre! ¡Proclamar Tu gran amor por la mañana, y Tu fidelidad por la noche! (Salmo 92:1-2).
Padre Santísimo: En Tu Nombre y en el de Tu Hijo Amado, vamos a levantar nuestro espíritu hacia Ti y vamos a vivir agradecidos sin reclamarte nada, porque, finalmente, Tu voluntad es la que prevalece.
¡Bendito seas, Padre de toda bondad y de inmenso poder! Amén.
P. Cosme Andrade Sánchez+


© 2024 Grupo Transmedia La Chispa. Todos los derechos reservados