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¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

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¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD! Cuando contemplamos el cielo, las estrellas y la luna del basto universo, nos ponemos a pensar: ¡toda esa colosal bóveda celeste está en plena armonía y en continuo movimiento con matemática precisión!

En la superficie de la tierra desde que Tus manos divinas la crearon, todo cuanto respira, estaba en orden, en perfecta concordia y en paz. Ahora con los avances tecnológicos y científicos,

podemos admirar nuestro cerebro y todas las partes internas de nuestro cuerpo y en ellas vemos el mismo universo, aunque muy pequeño, está interconectado, en pleno equilibrio,

lleno de vitalidad y en constante y preciso movimiento.  El átomo, partícula diminuta, nos habla de Tu sorprendente belleza, de Tu increíble magnificencia y extraordinaria sabiduría.

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

Después de recrearnos en todo lo creado, nos postramos rostro en tierra, reconociendo Tu gloria, Tu esplendor, Tu majestad y Tu soberanía, Te adoramos,

Te agradecemos por habernos creado y habernos colocado en el centro de Tu mirada, porque todo cuanto está presente ante nuestros ojos,

nos hace pensar que toda esa maravilla de las innumerables galaxias y las del micro universo, están siempre en increíbles movimientos de altísimas velocidades, pero siempre perfectamente equilibradas.

Los únicos que nos hemos desequilibrado somos los seres humanos, que hemos bloqueado todo el equilibrio universal. Es por ello que Te pedimos nos perdones, y, por la Sangre derramada por Tu Hijo Amado,

tenemos ese gran y profundo deseo de restablecer nuestro orden interior y personal, porque Tu Espíritu Santo nos lo revela con toda precisión: “Sabemos que toda la creación todavía se queja pues está sufriendo;

es como si tuviera dolores de parto. Y no solo ella, nosotros también sufrimos y nos quejamos. Esperamos nuestra total liberación de nuestro cuerpo, y que así nuestra adopción como hijos sea completa.” (Romanos 8: 22-23).

Ante este desorden introducido por nuestra humanidad, hemos desequilibrado a toda la creación visible.

Pero ante esta divina filiación que Tu Hijo Amado nos ofrece, retornamos renovados en Él para trabajar sin cesar en el restablecimiento de nuestra propia naturaleza con el increíble poder de la gracia del Espíritu Santo,

a fin de que todo nuestro interior se renueve en nosotros y con esa naturaleza humana renovada, fortalecida e iluminada, nos convirtamos en los nuevos apóstoles que anuncian ese nuevo y fascinante despertar que hará de nosotros seres extraordinarios,

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incansables e iluminados que presenten al mundo inmerso en el caos inmoral el mensaje de un Evangelio eterno que levanta, que eleva, que dignifica, que nos hace seres que han despertado a un mundo que reclama la acción sabia y decidida para restaurarlo plenamente.

Padre Santísimo:

Estos tiempos finales y muy cercanos al final de la historia salvadora y restauradora de todo en Tu Hijo Amado, quien está próximo a venir como Rey de Reyes y Soberano de todo, postrados ante Ti,

reclamamos Tu piedad, Tu perdón y Tu bondad para que no seamos invadidos de temor, sino revestidos del poder inmenso que da la llenura del amor.

Que, así como el Espíritu Santo en estos tiempos finales ha intensificado Su acción, todos nosotros seamos usados por Él a fin de anunciar, testimoniar y proclamar de manera genial todo cuanto se logra con el auxilio de la gracia divina.

¡Permítenos, Padre Santísimo, ser ungidos del Espíritu Santo y proclamar a los cuatro vientos: “El Espíritu del Señor y Dios está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas noticias a los pobres.

Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar libertad a los cautivos y la liberación de los prisioneros,” (Isaías 61:1).   Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+


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