Salineros de comunidades cercanas a Celestún continúan la milenaria tradición de recolección de sal de forma artesanal
Celestún, cuyo significado en lengua maya es “espanto de piedra”, es una localidad ubicada al oeste de la Península de Yucatán, a unos 180 kilómetros de la ciudad de Mérida.
La historia de este lugar se remonta a tiempos prehispánicos, cuando los mayas aprovechaban las costas yucatecas para recolectar sal, esencial en la conservación y preparación de sus alimentos. El método ancestral consistía en evaporar el agua de las charcas con la luz del sol, una tradición que ha perdurado hasta el día de hoy.
Las charcas de Celestún, que se tiñen de un intrigante color rosado, albergan una especie única de artemia, un crustáceo de tonalidad rosa intenso.
Este organismo, además de darle color a la sal recolectada, también influye en el distintivo plumaje rosado de los flamencos que encuentran su sustento en estas aguas. La interconexión entre la vida marina y la obtención de sal resalta la riqueza biológica y cultural de este lugar.
Los salineros de Celestún continúan la milenaria tradición de recolección de sal de forma artesanal.
Su jornada comienza temprano, alrededor de las seis de la mañana. Aprovechando las frescas horas matutinas antes de que el sol caliente las charcas, volviendo imposible el trabajo. Armados con palas, ingresan a las charcas, algunas de poca profundidad, a bordo de balsas o carretas para extraer la sal.
Una vez obtenida la sal, los salineros la depositan en montículos a la orilla de las charcas, permitiendo que escurra y se seque al sol de manera natural. Inicialmente de tonalidad rosa debido a la presencia de la artemia, la sal adquiere su color blanco característico al completar el proceso de secado.
Celestún destaca como el segundo exportador de sal en el estado, después de la salinera en Las Coloradas, ubicada en el litoral norte de la península yucateca, en el municipio de Río Lagartos. En esta región, la pesca y la industria salinera son actividades vitales, contribuyendo no solo a la economía local sino también a la preservación de tradiciones arraigadas en la identidad cultural de la península.
