Estampida de clientes en un banco
OTRO ENFOQUE POLÍTICO por Gínder PERAZA KUMÁN
El hecho de que una empresa quiebre no debe ser motivo de alegría para nadie, pero tampoco tenemos que cerrar los ojos ante un hecho como ése, sobre todo si aporta situaciones, declaraciones o conductas que deben analizarse para evitar que se repitan.
Nos referimos con ese preámbulo a la noticia que los periódicos nos trajeron este viernes 3, en el sentido de que la entidad de negocios formada mediante una fusión y denominada Citibanamex, que según se anunció en su oportunidad combinaba los intereses, la experiencia y la solidez de las que eran las instituciones bancarias más grandes de México y Estados Unidos: el Banco Nacional de México (Banamex) y el Citibank, que era uno de los mejor posicionados en el vecino país del Norte.
De acuerdo con información que circuló este miércoles 8, datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) muestran que casi un millón de clientes de Citibanamex han cerrado sus cuentas desde que la institución binacional se puso a la venta en enero de 2022.
La unidad local de Citigroup registró una caída interanual de 11% en sus cuentas de depósitos en diciembre de 2022.
Otro dato de la CNBV indica que el número de clientes de la compañía para depósitos generales cayó de casi 9 millones en diciembre de 2021, a 8 millones en diciembre de 2022.
Banamex, que durante muchos años fue el líder en monto total de capitales manejados –mientras que su más fuerte rival, Bancomer, dominaba en número de cuentas–, fue cedido a inversionistas españoles cuando empezó a ser obvio que estaba perdiendo posiciones en el mercado mexicano. Hace unos cinco años, editoriales que dimos a conocer revelaron que el banco binacional estaba sustituyendo tarjetas de crédito sin pedir previamente la autorización de los afectados y elevando por su cuenta el monto de cargos y sanciones como las correspondientes al recargo por pago tardío o el cargo anual por uso del plástico. En nuestro caso inhabilitó un plástico Clásico de unos 20 años de antigüedad (que ya tenía una tasa anual preferente), sustituyéndolo por un producto de nueva creación que buscaba motivar a los clientes para que acumularan puntos haciendo compras cada vez más grandes, y usando con más frecuencia los servicios de una determinada aerolínea.
Muchos clientes protestaron contra esa imposición, pero muchos también buscaron evitarse trámites y disgustos y se conformaron con el cambio impuesto.
Lo peor fue que las quejas contra Banamex que usuarios presentaban en ciertas oficinas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores no eran atendidos, sino al contrario, algunos eran recibidos con burlas. Aparentemente, además, los textos que amparaban la entrega de las tarjetas bancarias contenían condiciones leoninas siempre a favor del banco.